miércoles, 26 de agosto de 2015

EL ANALISTA COMO DIAPASÓN OBJETO.








“Si oír es comprender el sentido(...)              escuchar es extenderse hacia un posible sentido que por ende  no es inmediatamente accesible” (Nancy, 2002:18)








«Estar a la escucha es siempre estar a orillas del sentido o en un sentido de borde y extremidad, y como si el sonido no fuese justamente otra cosa que ese borde, esa franja o ese margen. (...) ¿Qué es un ser entregado a la escucha, formado por ella o en ella, que escucha con todo su ser?» —(...) ¿Qué es lo que resuena? —Un cuerpo sonoro. —Pero, ¿cuál? ¿Una cuerda, un metal, o bien mi propio cuerpo? —Escucha: es una piel tensa sobre una cámara de eco, y que otro golpea o puntúa, haciéndote resonar, según tu timbre y a su ritmo. 

«(...) Esa piel tensa sobre su propia caverna sonora, ese vientre que se escucha y se extravía en sí mismo al escuchar el mundo y extraviarse en él en todos los sentidos, no son una “figura” para el timbre ritmado, sino su propia apariencia, mi cuerpo golpeado por su sentido de cuerpo, lo que antaño se llamaba su alma.» (Nancy, 2002:21)
“Oír es entender el sentido, abandonar el borde. Estar a la escucha es estar siempre bordeando el sentido, sin llegar a entenderlo. Para estar a la escucha hay que ser todo oídos. Hay que estirar la oreja, moverse sin moverse del lugar, descentrarse. Estar a la escucha es una actividad pasiva, una pasividad activa. Requiere una atención sin curiosidad ni ansiedad. Una atención intensa”. “A la escucha” de Jean Luc Nancy.


Dice Enrica Lisciani Petrini que el sujeto -que todo sujeto -que escucha es un diapasón-sujeto (1), partiendo de este postulado, voy a  sostener que en la medida en que el psicoanalista no se ubica en la cura como sujeto (ya que el único sujeto del inconsciente allí es el analizante) , sino como objeto, podemos pensar al mismo como diapasón-objeto en la medida en que en él deben resonar  las palabras  tanto en su dimensión afectiva vinculada a lalangue (en el cuerpo del analista) como en la del significante(significado) para poder ser escuchadas.

 Un diapasón es un  dispositivo que se utiliza para la afinación de instrumentos musicales pues “tras un breve momento emite un tono musical puro que permite la disipación de sobre-tonos (armónicos) altos, y que La razón principal del uso de la forma de horquilla es porque, al contrario de muchos otros tipos de resonadores, el tono que genera es muy puro, cuya mayor parte de energía vibratoria está en la frecuencia fundamental  y poca en los sobretonos” (2) A partir de esto, podríamos decir que también el analista  ha de escuchar el tono musical puro de sus  analizantes, la frecuencia fundamental   de su decir, pudiendo desestimar o disipar en su escucha los sobretonos y los semitonos.
Ahora bien, ser un objeto-diapasón, objeto de afinación del decir de sus analizantes,  requiere precisamente de una “pureza” del oído (y del cuerpo como ya  veremos) para la escucha,  que solamente puede lograrse habiendo trabajado en sí mismo en su búsqueda. Es por ello que Freud decía que el analista debe de estar libre de sus propios complejos para poder escuchar en inconsciente de sus analizantes, lo cual solamente se puede lograr con el análisis del propio analista, y acorde a esto, cuanto  más lejos el mismo lleve su propio análisis más preparado estará para dicha escucha, lo cual no es sinónimo de un inconsciente totalmente analizado ya que sabemos que por estructura todo aquel que habla, incluido el analista, está en falta y por tanto, siempre dice más de lo que quiere decir o dice menos de lo que supone decir , es una cuestión de estructura del lenguaje. Entonces como hablantes estamos siempre en posición de analizantes.la diferencia del analista con el analizante es que el primero está advertido de este tope estructural. Es por eso que (3) plantea que:
“Cuando se produce un fin de análisis se seguirá escuchando el inconsciente sin la presencia de aquel con quien se analizaba.
Esto no es auto-análisis ya que implica una división subjetiva y una destitución por la cual puede escuchar el inconsciente como si fuera otro, leerlo como un texto puesto en acto por ejemplo en el lapsus o en lo que le retorna de la escucha de las otras personas, este trabajo continúa después de un análisis. Y si verdad y saber se diferencian, en este punto la pregunta dirigida al otro como quien detenta el saber se disolverá, no tanto por la dimensión de la impotencia, es decir porque aquel no sabe lo suficiente, porque es impotente en comparación al saber que se le atribuye, sino por la dimensión de imposibilidad.
Lo que se adquiere en un análisis no se limita a la aceptación de que no se sabe todo, que no hay repuesta para todo, que las respuestas son variables, etc.. Eso es correcto y es así, pero no es suficiente; el punto central no es ese sino la adquisición de la convicción de que no todo es saber.
Esto suena parecido pero no es exactamente lo mismo.
Si hay efecto de sentido es como resultado de la metáfora y si hay metáfora es porque hay significación fálica. Si no todo es saber por lo tanto no todo es cernible en el campo de los significantes, ese no-todo ubica algo que está por fuera y que una de las maneras de nombrarlo es como lo que excede al significante, o lo que resta de él, es lo real o el objeto o también lo que es no-todo fálico.
¿Un fin de análisis produce un analista? Sí, aunque el habiendo sido analizante no se dedique a la práctica del psicoanálisis. ¿Por qué produce un analista? Porque si no-todo es saber, eso en lugar de impotentizar habilita algunos saberes. Saber algo. Por ejemplo saber que no hay una estación del recorrido que se llamaría Verdad Absoluta, que no hay saber todo de la verdad, que no existe el Otro como no barrado.
Por otra parte habrá saberes posibles que se podrán ejercitar con los obstáculos de lo real, haciendo algo con la falta, incluso con esa falta en saber.
Esto es un cambio subjetivo respecto a la búsqueda obsesiva del saber. Esa transformación subjetiva implica contar con el deseo. Insisto, la cuestión no es tanto que no se pueda saber todo sino que no todo es saber por lo cual no todo es accesible al saber”.

QUE IMPLICA SER DIAPASON -OBJETO, UN EJEMPLO CLÍNICO.

Mi interés en este tema surge a raíz de que varias personas, profesionales del ámbito psicosocial (no psicólogos) tienden a pensar que un/a psicólogo/a ha de ser impermeable a los afectos. Cuando una comenta que lo que alguna persona le dijo la dejó angustiada, con deseos de llorar, o los efectos que sean  en el ámbito de los afectos, tienden a decir: “¡pero si eres psicóloga!, imagínate entonces como puede afectar  a alguien que no lo es!” , como dando por supuesto que si eres psicóloga no habrías de sentir. Y  por el contrario, estar en posición de psicoanalista, y aún de psicóloga  no implica para nada  no sentir ni dejarse afectar por lo que dice el sujeto, sino todo lo contrario. Además, de que no es posible no afectarse; porque siempre toda persona es afectada por lo que otros dicen, ya sea que experimente el afecto en cuestión aceptándolo o se defienda del mismo, en cuyo caso lo que aparecerá será justamente la defensa,  este estará presente en ausencia, reprimido: por ejemplo, frialdad o ausencia de llanto ante la muerte del ser más querido por el sujeto. 

En el caso de una analista, es por el contrario  muy conveniente que el mismo sea capaz de dejarse afectar por lo que dice el sujeto, sin recurrir precisamente a defensas ante lo que está experimentando que le impidan registrarlo, como ser que lo repriman, lo bloquen, o lo nieguen, porque estos  forman parte de lo que ha de ser escuchado, que le posibilitará entender lo que le sucede a la persona. Asimismo, es importante que sea capaz de saber que hacer desde su función con lo que está experimentando: qué hacer con esos afectos producidos por la posición de objeto de goce, y no solamente de saber y de amor en el que la  demanda del analizante lo coloca en la Transferencia. Y saber  no responder al mismo como persona, sino como analista, con su deseo de analista.

 En el caso que plantearé a continuación, el analista debe ser capaz de discriminar  la seducción que la joven le dirige de su persona: valerse de ella, o sea registrarla y saber qué sentido tiene en la demanda que le dirige la misma, pero no responder ni con goce sexual ni con amor (aunque sí sostener el engaño del mismo), pues como dice Lacan:  solo el amor (de transferencia)  permite al goce condescender al deseo, se trata de  separar/se  separarla de ese lugar de objeto de  la demanda (que me  folles/ser follada y para ello ser amada/ que tu me ames ) para promover la metonimia del deseo…, por ahí , ser cuidada , protegida, ayudada, para que pueda ser amada y tener relaciones sexuales con  otros que no sean el profesional ( ni el profesor, ni el padre o padrastro como sucede en casos de abuso infantil donde ellos dicen que la niña  era la que los seducía como forma de justificar su abuso) y  encuentre cierta satisfacción en ello, más que sufrimiento.

Poder hacerlo requiere del análisis personal, pues en caso de que el analista no pueda ofrecerse como diapasón objeto, su entendimiento del analizante estará muy limitado, cuando no imposibilitado pudiendo dar lugar a todo tipo de acting out , al no inicio de la cura o a su interrupción.

El analista diapason-objeto escucha no solamente con el oído, no escucha solamente el significante,   sino que escucha con todo el cuerpo; el mismo es como una especie de caja de resonancia y por tanto, lo que el analizante le dice produce efectos en su cuerpo. Toda palabra produce efectos en el cuerpo de los sujetos, efectos primarios ajenos aún al significado, primordialmente centrados en el sonido de la voz y aquellos aspectos de la lengua  que Lacan vincula a lalangue (ritmo, melodía, tono, etc.).Lalangue va haciendo cuerpo pulsional, cuerpo de goce antes que de sentido (significante).

El analista escucha a nivel significante lo que el sujeto analizante dice, pero a la vez escucha es en su cuerpo a lalangue, y así podrá experimentar por ejemplo angustia, o incluso deseo o excitación  sexual  sin que el analizante necesariamente esté diciendo  que está angustiado o excitado sexualmente. Y esto que es registrado por el analista en su propio cuerpo es fundamental para escuchar y entender o que le sucede al analizante, así como  el lugar en que éste  se ubica ante el analista y el lugar en que el mismo a su vez ubica al analista como objeto en  relación al goce en la Transferencia.





UN CASO CLÍNICO.

Mantengo un encuentro que deviene un símil de entrevista en un ámbito institucional  con una joven de 22 años. Digo símil, porque ella se dirige a mí en varias oportunidades para solicitarme diversos objetos que yo he de brindarle en mi rol de  educadora en esa institución donde se encuentra, y de manera espontánea e informal- como sucede muchas veces- a instancias mías en este caso, como veremos, me cuenta algo de la situación por la cual se encuentra allí y su problemática familiar.

 En su manera de acercamiento percibo una actitud seductora aparentemente inocente, se comporta como una especie Lolita (personaje que me viene  a la mente en esos momentos): se mantiene de a  ratos  en silencio y sonríe , usa un  tono de suave, “gatuno”,  hace  caídas de ojos,  y se queda en el despacho esperando algo….que no dice con la palabra, pero que yo escucho en mi cuerpo: siento una especie de presión y rigidez en el cuerpo, una incomodidad y un gesto- que controlo- de alejarme físicamente ante sus marcados  intentos de acercamiento. 
A su vez experimento  atracción: pienso que  es muy guapina, y tiene una suavidad y un poder de seducción típico de la histeria que pienso que la hará meterse en muchos problemas, ya que deduzco en base a su efecto en mí, que es probable que  las personas  con las que se encuentre tiendan a responder activamente a su actitud marcada e inconscientemente seductora , encontrando llegado el caso, los típicos malentendidos de: “tú me sedujiste y luego te haces la desentendida o pretendes que no fue así”, por  no decirlo de manera grosera,  como quizás en algunos casos suceda.      
En medio de esta situación ella dice: “pensarás que soy una pesada, siempre te estoy buscando…para algo”.

Desde mi lugar profesional de “educadora con recursos del psicoanálisis” la intervención pasa por  poner  límite a esa seducción, para lo cual intervengo  intentando que la palabra medie lo pulsional. Le pregunto  por qué esta acá, y le aclaro que no tiene por qué decírmelo, pero que si lo que necesita es hablar, la puedo escuchar. 

Obviamente así le indico mi denegación a su pedido inconsciente. Dice LACAN: “no te doy lo que me pides porque no es eso”, no es el objeto, ni ser el objeto sexual de Otro lo que pides, sino que demandas  ser amada, pero tampoco  es acá que has de serlo, sino en otro lugar, por otros que no son ni  el analista ni otros profesionales. Hablarle y preguntarle es decirle indirectamente qué quieres realmente en lo que  quieres, o sea, que otra cosa pides en lo que pareces pedir, o por qué pides eso que pides y que ni tú sabes bien  lo que es,  de esta manera tan sexualizada. Dar lugar a la palabra (simbólico)  implica la puesta de  un límite  a la demanda que se presentaba como del orden de lo pulsional (goce) ilimitado, e instaurar la dinámica de la metonimia del deseo.

Ante mi respuesta ella habla: me cuenta una historia de un enorme desamparo. De su alejamiento prematuro del hogar familiar, de la pésima relación con sus padres y fundamentalmente con su madre quien nunca la ha querido., de su imperiosa necesidad de ser querida por esa madre. Puedo escuchar también  cómo esa indefensión es lo que la hace vincularse rápidamente a cualquiera que le dé una mínima muestra de afecto, a personas que  luego terminan haciéndole daño.

A medida que avanza en su relato y va dando más información sobre ella y sobre su vida, empiezo a sentir una opresión en el pecho que aumenta, y que registro a nivel de pensamiento como una señal de angustia, mucha angustia, hasta ganas de llorar y un poco de pena.

Ella continúa contando aparentemente impasible, sin dar muestras de haber experimentado la angustia  que yo sí siento.

 Así, soy yo quien experimenta la dimensión enorme de su desamparo. Pienso en la multiplicidad de peligros a los que está expuesta estando sola, y más con esa actitud suya inocentemente seductora con que parece andar por la vida, la que en muchos casos puede ser irresistible para muchos adultos porque convoca los fantasmas perversos polimorfos de la sexualidad infantil. Pienso en sus padres y en sus posibles dificultades, para sostener su función,  me enfado con ellos y trato de entenderlos o justificar su actitud de no cuidado, pienso en mi hija y en que nunca se me ocurra lanzarla así ¿a  la vida?, sean cuales sean las dificultades que podamos tener…
Mientras pienso todo esto, la angustia comienza a disiparse. Y entonces le digo algo así como  que debe de ser muy difícil, angustiante y hasta aterrador para ella, sentir que está sola y  que no puede contar con nadie para que la apoye, que parece un bebé indefenso que intenta o se esfuerza en comportarse como adulta, como más madura de lo que en realidad ella se siente, porque no le queda otra, y que hacer  eso es  a la vez que terrible, muy valiente de su parte.

Me dice que sí, pero que ella necesita a su madre, que quiere poder  arreglar las cosas con ella, pero que es inútil, y que  ya se lo dijo su educadora,  que se deje  de intentar eso, que asuma que está sola y se valga de la ayuda que el brinden acá para salir adelante.

Pero obviamente una adolescente necesita aún el amparo de adultos responsables, por lo cual difícilmente ella pueda resignarse a no intentar un acercamiento con la misma.
Como puede apreciarse, es necesario contar con los afectos para entender y   no solamente con la información que ella brinda sobre su historia. La angustia en este caso, también posibilita entender su problemática: es tal el nivel de desamparo y al angustia que ello le produce que busca a alguien para que la proteja y lo hace de manera seductora, quizás porque ha aprendido que solamente le prestan atención cuando se comporta de esa manera, o que es así solamente que puede atraer a alguien, lo cual la hace muy vulnerable a intercambiar sexo por señales de amor y cuidado. Ella da sexo pero busca amor, o da sexo a  cambio de amor, ellos piden sexo y creen que ella también quiere dar y pide solo sexo.  Pero la demanda fundamental es de amor, y  está dirigida a  alguien (hombre o mujer indistintamente quizás) para que cumpla una  función madre: amparo, sostén, y límite o norma  también.

La problemática que presenta esta joven es cada vez más frecuente, cada vez hay mayor  abandono y  desamparo, y  cada vez más prematuro, de parte de  muchos padres,  así como otros agentes sociales e instituciones, respecto de los más  jóvenes y aún a los  niños. Cada vez más jóvenes salen al mundo adulto sin la  madurez necesaria para saber cuidar y respetarse a sí mismos, y por tanto sabe hacerse respetar por los otros. Cada vez están más confundidos en roles adultos o con adultos, ofreciéndose como objetos sexuales de manera prematura, en un intento por acallar su vivencia de desamparo.






(1)    en su Introducción al libro All’ascolto (A la escucha) de Jean-Luc Nancy, citado en “La voz de Claudio Rodríguez: propuesta para una escucha crítica” Alessandro Mistrorigo (Queen Mary, University of London):

“Todos y cada uno de nosotros somos “diapasón-sujetos” tocados por los sonidos que nos alcanzan y nos penetran continuamente de y por todas partes. Es más: penetrándonos estos sonidos resuenan dentro de nosotros, mueven nuestras membranas auriculares y producen ecos en las cavidades más internas de nuestro cuerpo. Cavidades desde las cuales, también sentimos originarse nuestros propios sonidos, nuestra propia voz. El sujeto a la escucha, es decir este diapasón-sujeto, siempre está dentro de los sonidos a los que, resonando, él mismo puede acordarse tal y como ocurre con un instrumento musical. Ahora bien, de tales sonidos, algunos son simples ruidos, mientras que otros son sonidos inteligibles, como las palabras –o mejor dicho, como la voz–.”

(2)    En Wikipedia.

(3)    “Análisis de los analistas:¿terminable o interminable?, Juan Carlos Mosca en psyquenavegante.org




sábado, 8 de agosto de 2015

EL PRIVILEGIO DE PODER VOLAR.




Hablando de volar  me decía una amiga de face que ella solamente podía hacerlo con sus obras de arte, o con  ya que no disponía de suficiente tiempo ni dinero para poder en estos momentos irse de paseo a ningún lado. Yo le decía que yo hacía lo mismo, que mis recursos para el vuelo eran  mis lecturas poéticas o de  las otras, el escribir, el disfrutar del arte en  sus diversas manifestaciones,  y que éramos unas privilegiadas. Y lo dije, no para conformarla o conformarme, como alguien a quien se lo comente me dijo,  sino porque lo creo efectivamente, más allá de que puede estar muy bien hacerse además algún que otro viaje concreto, siempre que exista dicha posibilidad y  a la persona en cuestión le agrade hacerlo.

Pero reivindicar la dimensión metáforica del viaje es para mí fundamental más en estos tiempos en que el objeto parece serlo todo, y todo vuelo y su disfrute tiende a quedar reducido  o asimilado al mismo, llámesele droga, alcohol, comida, viajes, fiestas, compras.   Hay mucha gente que puede hacer muchos viajes reales o adquirir muchos objetos, pero aún así no  encuentra en ellos  la satisfacción que desea, y  por eso sigue en una permanente búsqueda a veces frenética tratando de ver  si el nuevo viaje, el nuevo coche o par de zapatos, o el el nuevo amante,  esta vez por fin sí, la llevarán al goce  de la Tierra Prometida. Pero porque no sabe, ni quiere darse por enterada de que no la hay: por eso es prometida precisamente,  y en su propia estrategia de tratamiento de esa falta que es estructural,  hace lo imposible por no saberlo.

La necesidad de no estarse quieto, la búsqueda incansable de novedades cada vez más novedosas, valga la redundancia,  en cuestión de  cosas, personas y  experiencias, da cuenta de que muchas personas para sentirse vivas, para  poder sentir placer, no aburrirse o deprimirse,  no sentir la angustia de la incertidumbre  que es la vida, o adormecer el dolor del no saber qué hacer con sus vidas, que aumenta mucho más dicha angustia e  incertidumbre ,  necesitan ir cada vez “más allá del principio del placer” como decía Freud, en una búsqueda desenfrenada de más y más goce, hacia un espacio donde en realidad habita Thanatos. Y así podemos encontrar el recurso a distintas  drogas y /o aumento de la dosis de las mismas, compras impulsivas que exceden las posibilidades monetarias de quien las hace, relaciones sexuales indiscriminadas y sin tomar medidas de cuidado adecuadas, etc.), que paradojalmente  puede culminar precisamente en la propia muerte real, de quien nada quiere saber nada de  ella en términos simbólicos.

Falta de límite, de tener en cuenta la existencia de la misma para vivir, (o sea  saber y aceptar que ella está ahí, y que nuestro goce es limitado, que no hay nada ni nadie que pueda darnos una satisfacción absoluta ni que dure eternamente),  y ser capaces de convivir con ello, o sea, de aún así, poder disfrutar de la vida.  Por eso, poder hacer algo, un viaje ficticio a través del recurso a la fantasía, donde hay una imposibilidad o limitaciones para  hacer uno real –  hacer algo con esa falta dependiendo de cuál sea el objeto pulsional  en juego en la misma, ya sea una comida, un perfume, una lectura, una conversación amena, un poema, una pintura, un sueño, etc., es un privilegio con el que en estos tiempos pocas personas, y especialmente  muchos jóvenes, no cuentan, porque precisamente la educación actual dominada sobre todo por los medios de incomunicación masificantes apuntar a matar la posibilidad de crear,  con mensajes tales como:  la felicidad está en una marca de coche determinada o en tener todo lo que deseas, donde está implícito sin ser dicho, este otro mensaje:  trabaja en lo que sea por el precio que sea, para obtenerla y, pues solo así tendrás valor,  puedes tener todo lo que desees, etc. , y padres que bajo los influjos hipnotizadores  del “ilimited” sinónimo de felicidad, no dicen nunca que “no”, cerrándoles los ojos a lo real de la muerte,  en un intento que les apareja problemas, más que la felicidad que pretenden donarles ( que se enteren de la muerte ni del dolor, no hay que hablar, hay que hacer como si no pasara nada , no llores que ya te compro otro, etc.) 

Para culminar este artículo, compartiré algo que escribí hace mucho tiempo, y que me reveló en su momento, a nivel vivencial (porque a nivel teórico ya lo tenía), un saber sobre otra herencia que no es la del significante, -quizás más alienante y mortificante-, sino la del goce pulsional con el que puede crearse , y en dicho acto "una" re-crearse o reinventarse.



UNA OTRA HERENCIA.

Una  Otra herencia
que los padres dejan,
es la más valiosa  
aunque no lo sepas,
una gran herencia
de los padres siembra,


la más primorosa
en tu cuerpo brecha
que la vida emprende,
la más amorosa
en tu cuerpo broche
que la vida prende
a/ con cinco sentidos
de que ella está hecha,

de muchos aromas,
de muchos sabores,
en torno a cocina
tendrá su cosecha,
también su receta
que el gusto alimenta,

color y textura
la mirada a-pura,
el ojo ya sabe
que el arte es su ruta ,
 que el arte es su meta,

la mano que  escruta y trabaja
también la piel acaricia
¡vaya qué delicia!,

llámese escultura,
llámese pintura,
o hasta alta costura,
todas son Cultura,
si cine o teatro
o fotografía
siguen todas una misma vía
 la de la poiesía,

y si del oído
tal vez se tratara,
el canto y la música
podrán dar batalla,
o todas aquellas
en que la palabra
enciende la mecha:
periodista,
locutora,
escritora,
profesora de lenguas y Letras que aturan
¡sabrán dar la talla!






sábado, 1 de agosto de 2015

¿Por qué la violencia de género se da entre los más jóvenes? Una de las posibles respuestas, en algunos casos. Algunos aspectos a tener en cuenta para el cambio.




FLOR DE AMOR DESGAJADA.


Hoy soy una débil flor
de pétalos de amor 
desgajada,
al borde de la pendiente
de un hilo
raíces  de tierra despojadas,
que en la noche creciente
 el viento sin piedad azota,
sombras de tormenta dolientes
sobre mí se ciernen.

Hoy soy esa frágil flor
falta de amor,
ajada,
insoportable desgarro
de angustia
desolada.

(Autora: Anabella Rodríguez)




















“Yo estoy de acuerdo en que un hombre te cele   y no deje que vayas por ahí provocando con ropas atrevidas, porque la mujer debe de ser para el marido,  le debe respeto” .
Al ser cuestionada sobre esta afirmación responde:“es que yo crecí en eso(se ríe), mi padre es gitano  y en casa se piensa así”

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“Mis padres no están de acuerdo en que me haya ido  de   mi casa, en la suya no me aceptan por eso, no me apoyarán en nada, dicen que le hago una daño a mi hijo así, en casa siempre hubo violencia , mi madre aguantó toda la vida, y ellos lo ven bien así, y yo me siento culpable  por lo que estoy haciendo, ¿perjudicaré a mi hijo?   (llora, muy angustiada)
                                                                                                                                                      
Las citas pertenecen  dos mujeres muy jóvenes.


Hay una pregunta que últimamente vengo escuchando de manera reiterada por diferentes vías: notas de prensa, charlas con profesionales de diversas disciplinas, etc. que es: qué estamos haciendo mal como sociedad para que la violencia de género tenga un porcentaje elevado, sino el más elevado, entre parejas jóvenes.

Habitualmente en el intento de encontrar una respuesta, se piensa  en términos de una insuficiente educación tanto en el hogar como en la sociedad en general, y se propone trabajar más en propuestas de tipo preventivo.

Pero, me parece que con frecuencia se olvida que en muchas ocasiones, los chicos y las chicas que se ven envueltos en dicha problemática, aún hoy, sí aunque parezca extraño, aún hoy,  provienen de hogares donde la violencia fue una  forma legítima o “normalizada” de vínculo entre la pareja parental, o si no tal, sí aceptada a veces casi con resignación por la mujer,  por motivos diversos relacionados con su  vulnerabilidad , su falta de empoderamiento en términos afectivos y económicos, y otros determinantes,  que la dejaron en situación de dependencia emocional y económica  respecto del maltratador.

Los jóvenes repiten en su relación de pareja  ese modelo vincular, y es imposible que pueda ser cambiado por charlas y /o talleres educativos solamente. Estos pueden sí, ayudar como punto de partida, para  que los mismos  escuchen y  tomen consciencia de su manera violenta de vincularse y también de que la misma no es “normal”, inevitable, ni la única posible (porque cuando la misma está muy asentada en la personalidad de los sujetos, ni siquiera la perciben en profundidad como algo problemático), de los efectos destructivos  que ella produce en ellos mismos, en el otro integrante de la pareja, y en las consecuencias que esta situación podría acarrearles en el futuro si no intentan modificar su manera de tratarse.  Se necesita partir entonces  de que sean capaces de tomar conciencia “profunda” de su modalidad de vínculo violento y los perjuicios que les genera el mismo. Pero esto no siempre es posible, pues exige la disponibilidad del sujeto para responsabilizarse de esa manera de vincularse, y  poder percibirlo como algo negativo, o sea  algo que le depara un sufrimiento que excede los beneficios que obtiene en dicha relación  –sería hacer de eso un síntoma, en el sentido psicoanalítico del término-lo cual requiere que la persona tenga un nivel intelectual  que le permita la auto-observación y el cuestionamiento reflexivo.

Y esto precisamente no está presente a veces en las personas que viven esta problemática, y más en muchos  jóvenes, que cada vez tienen más dificultad para apalabrar lo pulsional y por tanto sus emociones, y tienden así a  actuarlas  sin pensar.

La  manifestación de la agresividad en forma de acting violento da cuenta precisamente de esa imposibilidad de procesar las emociones vía la palabra y el pensamiento. En vez de hablar de su enfado, intentando trasmitir al Otro los motivos del mismo, o de decirle lo que necesita o espera de él, y el porqué cree que necesita o espera lo que espera(qué miedo tiene, que inseguridades), en la persona que actúa de manera violenta  se produce una especie de cortocircuito que incomunica  la zona de la corteza  cerebral que es donde asienta el pensamiento, y  la zona cerebral donde asientan la emociones(sistema límbico: amígdala, hipocampo, etc.); estas no  son entonces procesadas por el mismo y obviamente  tampoco por la palabra (la palabra crea el pensamiento), y la respuesta del sujeto emerge directamente(sin pasar por la corteza cerebral) de la zona emocional del cerebro. Obviamente que la persona aprendió con sus modelos de referencia  a  procesar/actuar de esta manera sus emociones, a no procesarlas vía la palabra, no sabe (porque eso requiere conciencia y pensamiento) muchas veces ni siquiera qué siente (simplemente experimenta  una  inquietud/ansiedad/ angustia a nivel físico, o sea en el cuerpo, y actúa casi como un animal: se defiende atacando /golpeando o huyendo.

Obviamente que hay personas que tienden a procesar su agresividad de manera habitual de esta manera, en todas o casi todas las situaciones, pero hay otros que quizás  han aprendido a controlarla (reprimirla y hacer uso de la misma de otras maneras civilizadas: competir respetando ciertos límite,, ser irónico por ejemplo ), pero que en ocasiones particulares, que actualicen para él  algo del traumatismo originario, pueden no obstante llegar a actuar de manera violenta. Esta posibilidad de ser quienes no somos ni creemos ser dependiendo de a qué circunstancia podamos vernos enfrentados en la vida, es quizás lo que da popularidad al dicho: “nunca se puede decir de esta agua no beberé”. Hay una parte oscura, inaprensible  vía el lenguaje (LO REAL) en nosotros mismos, de la cual nada sabemos y de la que no podemos pensar, y que precisamente nos da miedo pensar que no podemos pensarla, que puede jugarnos una muy mala pasad por lo menos alguna vez en la vida, y esto con suerte (de que no nos atrape el destino), porque la repetición es precisamente que “eso repite”. 

Quizás por este lado pueda buscarse alguna pista para entender algunos de los casos de hombres que matan a sus parejas sin que haya habido ni denuncias ni señales previas de maltrato. Pongamos por ejemplo, un hombre que sorpresivamente se entera que su mujer lo engaña, puede reaccionar matándola sin que antes haya habido un problema de maltrato, porque esa experiencia le remite a él a una similar, anterior, infantil, en la cual no hubo palabras para decir(apalabrar) del impacto   emocional esa primera situación le causó. Repite que tampoco ahora la hay, en ese  desborde de lo pulsional. Sobre  el  porqué de que  este hombre fuera a elegir una mujer que era plausible le “engañara”, siendo que pongamos, su propia madre había engañado a su padre, y eso fue para él traumático, justamente porque eso es la repetición del goce: solo el hombre tropieza tres veces con la misma piedra, o más veces, porque solo él es sujeto “de” y “al” lenguaje.

 Luego de el referido primer requerimiento de “toma profunda de conciencia”, tienen que  estar dispuestos a llevar a cabo un tratamiento que les permita entender en profundidad porque actúan de manera violenta sea él o ella, depende del caso,  y de manera sometida o pasiva el otro o la otra; también  tienen que intentar ver y entender cómo se fue construyendo esta modalidad de vínculo en la historia de cada uno. Cómo  se generó la identificación a  lo que llaman habitualmente el lugar de la víctima o el victimario, (más allá de que yo considero que ambos son víctimas de sus propias pulsiones, aunque obviamente en diferente dimensión, porque si bien es terrible llegar a  morir en manos de el agresor, también lo es  ser un criminal, y más cuando hay hijos de la pareja de por medio. Quizás también esto pueda explicar en parte porque muchos hombres se suicidan luego de dar muerte a la mujer. Un crimen tan terrible solo puede generar una culpa imposible de procesarse y asumirse vía la ley  y el castigo simbólico, la propia muerte es el castigo supremo, y  a la vez la imposibilidad de responsabilizarse del hecho cometido).

Deberán ir  pudiendo entender que cuando el sujeto se encuentra expuesto a una modalidad de vínculo parental  donde de manera regular hay un miembro de la pareja que ejerce una forma de control  violenta sobre el otro miembro de la pareja, e inclusive también sobre los hijos, y el otro miembro se somete y acata todo por inseguridad y/o miedo, al niño o niña se identificaran con una u otra posición predominantemente: lo harán con el agresor o con el lugar de sometido a la misma. En ambos casos se produce una fijación a un goce donde la pulsión destructiva  sin límite produce estragos.
Será necesario que tomen conciencia de los pensamientos y sentimientos que les llevan a actuar de una u otra manera.
 Además, habrán de aceptar que dicho proceso les llevará un tiempo bastante largo.

POR QUÉ  UNA TOMA DE CONCIENCIA DEL VÍNCULO VIOLENTO NO ES SUFICIENTE PARA CAMBIARLO.

 Las identificaciones que sostienen la forma en que cada sujeto internalizó el control o no de su agresividad se estructura de una determinada manera para cada cual,  y el sujeto actúa desde las mismas con escaso margen de posibilidad de no repetir de forma muy similar, dicho patrón, aun queriendo conscientemente no hacerlo.   

Me explico: cada persona aprende a controlar su agresividad y destructividad en relación a sí mismo y a los otros en la infancia, de acuerdo a lo que el Otro social (encarnado en cada madre y padre, maestros, etc.) marca como límite a la misma. Dicho límite a la agresividad pulsional es siempre internalizado de forma diferente por cada sujeto dependiendo en parte de lo que ese Otro enseñe (y acá sí es fundamental en este papel de  la educación, tanto la  familiar como la escolar), y de lo que el sujeto “elija –“elección forzada” dirá Lacan porque la libertad es limitada) hacer con esa enseñanza- tanto en términos de contenido como de forma; así internaliza qué es lo que está o no permitido hacerse a sí mismo  y hacerle al otro, hasta dónde puede ejercer su agresividad consigo mismo y hasta dónde con  el otro, aprehenderá  lo que es “malo”, y por tanto no debe permitirse que el niño se haga a sí mismo ( los niños también se dañan a  sí mismos) ni le haga  a  otros, y también  la  forma  en que  es trasmitido por los educadores e internalizado ese límite. En este sentido, muchas veces sucede que se pretende enseñar a un niño a no pegar, pegándole (“te voy a hacer lo mismo que el hiciste a tu hermano”,  o “cada vez que pegues yo te pego a ti, a ver si te gusta”  es algo que puede escucharse a veces) con el agregado de “a ver si te gusta”. Claro que sí, dirá el niño, me gusta, porque si el mismo ya está obteniendo goce al pegar al otro- como daría cuenta su conducta de pegar en aquellos casos en que la misma es excesiva-, si se le pega como recurso a intentar que contenga su agresividad, lo que se hace es alimentar y fijar sus pulsiones sádicas, por lo tanto fijarlo más en esa forma de goce. El límite brilla por la ausencia ahí, y la forma de goce  que se quiere prohibir termina en realidad  por  fortalecerse (el superyo que en vez de operar como prohibición, pide goce, como dice Lacan).

También en el  recurso al miedo, a la humillación o  al castigo(puede ser físico o no, proporcionado o desproporcionado, arbitrario o justo, etc.) los cuales dependiendo de su cualidad  pueden  producir efectos negativos en la personalidad del niño, futuro adulto con problemas de control de su agresividad, que le lleven a protagonizar situaciones de violencia sea del tipo que sea la misma: psicológico y/o física, y dar lugar al  fortalecimiento de sentimientos de odio y resentimiento,  de vergüenza y humillación,  o deseos de venganza, que podrán ser reprimidos en mayor o menor medida en algunos casos, o  expresados en otros, en  “actuaciones”(acting out pues no hay suficiente control pulsional) donde se haga experimentar a otros esos mismos sentimientos.
Ese control de la agresividad se apoya obviamente en pensamientos, en ideas: básicamente no se pega porque se hace daño al otro. El sujeto lo puede saber, pero aún así tener ganas de dañarlo por diferentes motivos, por eso es una tarea ardua y compleja enseñar el control de la agresividad: se trata de no permitirla sin utilizar para lograr que el niño la controle,  recursos que le dañen psicológicamente, como ser el chantaje, el miedo, los castigos desproporcionados y/o arbitrarios, las amenazas, los golpes, los insultos, el avergonzar, el devaluar.
En los casos de violencia ese control normativo dado por la educación no se produce, seguramente porque los “métodos” utilizados para pretender “educar” son los anteriormente nombrados, aunque a veces también puede suceder que directamente al niño se le deje hacer simplemente, sin establecer el “no”, o inclusive en algunos casos que la conducta violenta le sea estimulada: “dale una paliza, la próxima vez se lo pensarán antes de meterse contigo”

La dificultad que pueden tener los adultos para realizar a sociabilización del niño y de su agresividad radica en que la misma requiere decir  “eso no se hace”,  o sea,  hacerlo con palabras (no con golpes) pero tampoco con cualquier palabra, ya que cuando se dicen palabras que hacen mella en la imagen de sí mismo (autoestima) del sujeto se está también incurriendo en violencia, en este caso psicológica. En este sentido también los discursos machacones a veces tan inevitables implican violencia: eres tonto, cuantas veces te lo he dicho, cuantas te lo tengo que decir para que lo entiendas, siempre haces lo mismo, no aprendes más. 
  
 Haciendo una acotación al margen, diré que me he acordado ahora mismo de un cuento para niños (también PARA adultos) maravilloso que fue uno de los preferidos de mi hija cuando pequeña, de la escritora Gabriela Keselman: “¡TE LO HE DICHO 100 VECES!”,  que de alguna manera juega con este tema, modificando al hacerlo el sentido destructivo de tienen estas frases en la educación e un niño, recuperando o inaugurando para las mismas un sentido ligado a Eros.

 Dejando ya la acotación, poner límites además requiere inexorablemente de que las personas que lo hagan estén envestidas de autoridad ante el menor: que sean dignas de su respeto y que su palabra sea confiable. Y para ello es necesario, que haya una coherencia mínima entre lo que se dice y lo que se hace. Si un padre dice; no se insulta, no se pega  pero él le pega al niño o a la madre, el niño hará lo mismo que él, o elegirá el papel del que es pegado o insultado  y lo permite, y no porque pretenda ser un desobediente, sino porque  se produce una identificación imprescindible con un lugar de objeto u otro: el que pega o el que es pegado, pego o me pegan , pego o me dejo/hago pegar, y esto por razones limitantes del lenguaje.

Muchas veces el discurso  por  el que estos jóvenes están moldeados, es retomado a veces hasta de manera bastante  consciente como en la primera cita que acompaña el inicio de este texto, teniendo la mujer dificultades, o directamente como en este caso, imposibilidad, de cuestionar el discurso parental ,con él que en realidad, manifiesta total acuerdo. En estos casos es muy difícil, cuando no imposible realizar un trabajo de cambio, porque ella nada quiere cambiar y aun habiendo denunciado al maltratador en algunos casos, la mujer vuelve con él o elige nuevamente como pareja a un hombre  que concuerde con su manera de pensar respecto a la mujer, al hombre y a las relaciones entre ambos. Muchas veces este “perfil” de mujer utiliza los recursos que se brindan para ayudar en esta problemática, de manera provisional, sin que haya un cambio subjetivo que implique ir saliendo realmente de una modalidad de vínculo violento.

En otros casos, como por ejemplo el de la segunda cita, al mujer tienen conciencia de lo negativo de la situación y desea y apuesta por el cambio, pero el mismo es difícil y s ele presenta como un camino en el que deberá vencer muchísimos obstáculos para tener éxito: cuestionar profundamente la ideología familiar, perder el vínculo con sus padres a nivel simbólico y real , dependiendo en cada caso de la posible flexibilidad de los mismos,  vencer la culpa que hacer esto genera ,los sentimientos de traición ,y al culpa que es permanentemente inducida por los propios padres  haciéndola creer que perjudica así a su hijo. Debatirse entre una doble culpa: hacia los padres y hacia el hijo, y seguir su camino hacia la libertad, no es tarea nada fácil, y requerirá de muchos apoyos y trabajo psicológico personal. Si a  la falta a veces total de apoyo familiar,  y a la culpa, le agregamos  que la mujer en cuestión no tiene trabajo, tiene muy pocos estudios y formación, no tiene donde vivir ni cómo sostener su sustento y el de su hijo, la dificultad se agiganta porque la vivencia de vulnerabilidad, de  desamparo, de impotencia y miedo por ella y su hijo/ hijos  es tan devastadora, que lleva  muchas veces a que la misma se dé por vencida  y decida volver con el maltratador.
Es precisamente esa vivencia lo que la hace “volver” donde más que el goce en ese modo de vínculo, lo que repite es la vulnerabilidad, el no estar empoderada respecto de si misma.

Por eso es importante  considerar como  fundamental en la educación de las niñas  el ayudarlas a ser menos vulnerables.



Este  aspecto lo dejaré para desarrollar en otro texto, donde abordaré si puede hacerse, cómo y cuáles son las limitaciones que tal propuesta puede tener.